Hay un hecho constatado en estos tiempos de crisis y es que en la última década se han construido con éxito bastantes reputaciones en los medios de comunicación, que luego se han mostrado un fraude y han sufrido el ataque furibundo de esos medios. En la mente de todos están.
Stefan Engeseth, asegura en su libro sobre «la caída de las relaciones con los públicos (mejor traducción de public relations que relaciones públicas) que la culpa la tiene una práctica basada en la manipulación de los medios de comunicación y que al final ha terminado por dar a la publicidad la importancia que tiene (así contradice al gurú del posicionamiento Al Ries y obtiene de paso más notoriedad para él).
Pero… ¿Cómo ha sido posible todo esto?
Por una parte, existe aún una industria editorial demasiado dependiente de la publicidad y pendiente de sus anunciantes, que ha bajado mucho el listón del contraste y la comprobación de datos, lo que se ha agravado con la progresiva mielurización de sus redactores y la consiguiente merma en su celo y calidad profesional.
Por otro lado, las prácticas de comunicación de la mayoría de grandes corporaciones que han preferido emitir mensajes falsos, no comprobables ni comprobados sobre sus corporaciones, y primar la comunicación de marketing tratando de obtener publicidad gratuita del periodista (algunos sectores como el farmacéutico lo han hecho con éxito notable)
Por último, los intermediarios tradicionales entre la empresa y el medio, las agencias de comunicación, que han practicado sin escrúpulos lo que los anglosajones llaman el fake PR o la emisión de noticias y mensajes con un corte publicitario y exagerado que se alejan de toda buena práctica profesional y ética. Sin embargo, de acuerdo con los tiempos, si el cliente pagaba (y pagaba bien) se hacía sin preguntarse demasiadas cosas… El profesor Juan Pedro Molina lo explica con detalle en su artículo sobre la credibilidad de las consultoras de comunicación.
El resultado de todo esto, lo conocemos todos, pero hay otras consecuencias que valdría la pena comentar:
– La pérdida de credibilidad (yo añadiría de interés..) de los medios convencionales en favor de las redes sociales y la información interpares.
– La bajada de facturación -al menos en España- de las agencias de comunicación. Han perdido clientes porque si no sirven para manipular la realidad a través de los medios, ya no se las quiere.
– En España, que tradicionalmente ha entendido muy mal el juego de las reputaciones y las relaciones con los medios en un entorno de libertad de expresión, todo esto ha hecho mucho daño. Las empresas españolas son de las que menos gestionan su marca y su reputación, la estrategia de comunicación es aún un misterio por resolver en las no Ibex, puesto que no se entiende que comunicar una reputación cree valor a menos que sea dirigida a vender más, como sea de la forma que sea. En este sentido, Enrique Laso publicó ayer un artículo llamando a devolver credibilidad a la comunicación de las marcas para no crear más confusión.
Al final, nos encontramos con que mientras en el Reino Unido pueden aparecer en un sólo día 500 ofertas de trabajo en el ámbito de la construcción de reputación, la responsabilidad empresarial etc…en España no aparezca ni una sola.
Bueno, no. Si logré encontrar varias, dentro de los departamentos de marketing para manipular la comunicación con mensajes publicitarios… Ello me impulsó a provocar una interesante discusión en wellcommunity y en próximos posts trataré de explicar cómo recuperar la credibilidad de los mensajes y noticias corporativos.